La muerte del emblemático cantante dominicano Rubby Pérez, conocido como “La voz más alta del merengue”, ha puesto atención en el destino de su considerable fortuna, que se estima en alrededor de 5 millones de dólares.
Esta riqueza se construyó gracias a sus exitosos años con la orquesta de Wilfrido Vargas y a su prolífica carrera como solista que incluyó giras internacionales y ventas millonarias de discos certificados en varios países latinoamericanos. Su legado musical abarca 13 álbumes que marcaron un hito en el género y premios como el Casandra que consolidan su influencia cultural.
Tras su fallecimiento en el derrumbe del Jet Set, donde su hija Zulinka Pérez fue la única sobreviviente de la familia presente, la herencia de Rubby será repartida entre sus siete hijos, quienes además mantienen un vínculo cercano con su obra artística. Aunque no se han divulgado detalles sobre la existencia de un testamento, la legislación dominicana favorece la distribución equitativa entre los descendientes directos, lo que ha evitado disputas públicas hasta ahora.
La herencia material incluye propiedades, inversiones y los derechos de autor de su música, que sus hijos prometen preservar con respeto a la memoria de su padre y al valor artístico que representa.
Este patrimonio económico, sin embargo, es solo una parte del valioso legado que Rubby Pérez dejó alrededor del mundo: su música, su contribución cultural, y su inigualable voz que resonará por siempre en el corazón del merengue y la identidad dominicana.

